La primera década del nuevo siglo y milenio no fue buena para Puerto Rico. Por primera vez desde el inicio del proyecto de industrialización, a mediados del siglo veinte, la economía experimentó un estancamiento estructural. Los economistas le hemos llamado a este período la década perdida, toda vez que hubo un retroceso económico y social, debido a la profunda recesión que comenzó en el 2006 y que aún persiste.
Diez años en la historia de un País es mucho tiempo, y si se toma en consideración los profundos cambios económicos y tecnológicos que ocurrieron en el primer decenio del milenio, el efecto sobre el futuro puede ser mayor.
Mientras Puerto Rico dormía, otras economías lograron avanzar, y no muy lejos de nosotros, países como Brasil, Panamá, Colombia, Chile y República Dominicana, entre otros, fueron capaces de crecer y adelantar sus agendas económicas. Fuera de Haití, todas las economías del hemisferio adaptaron sus estructuras productivas a los nuevos retos de una economía global más compleja y competitiva.
El efecto neto es que Puerto Rico ha perdido ventajas competitivas en el hemisferio y que para recuperar el terreno perdido hay que trabajar arduamente y tomar las decisiones correctas para alcanzar y superar a nuestros competidores. Luego de ser un modelo a seguir, la economía ha perdido relevancia global.
Hacia el futuro
Al comenzar la nueva década, el País no tiene otra opción que definir una agenda de desarrollo económico que tenga como meta retomar la capacidad de crecimiento, de generación de riqueza, creación de empleos y oportunidades para la población.
Como recientemente publiqué en mi libro, “La Reinvención Boricua” Puerto Rico tiene que implementar un proyecto de reinvención económica y social enfocado, en adelantar la entrada a terreno positivo luego de seis años de recesión, y propiciar los cambios estructurales que le permitan a la economía crecer a tasas de cuatro y cinco por ciento.
Sin embargo, para alcanzar estas tasas de crecimiento, se requerirá un alto nivel de inversión y resolver los temas competitivos que generen un ambiente adecuado para el sector empresarial y la clase trabajadora. Asuntos como la educación, la gobernabilidad y la equidad deben formar parte de la agenda de rehabilitación de la economía.
Una verdadera agenda de desarrollo debe incluir también, un re-enfoque que coloque al capital local como eje principal de la base acumulación y generación de nueva riqueza. A pesar de la crisis, aún en el País existe capital sobre el cuál se pueda apalancar un proceso reactivación productiva y desarrollo económico.
Capital humano
Pero tiene que ocurrir un cambio en la mentalidad gubernamental que permita encontrar un equilibrio entre el capital externo y el capital nativo.
Otro ingrediente importante en la agenda para la próxima década, lo es la retención y atracción del capital humano puertorriqueño.
Hay que capitalizar sobre los profesionales locales y poner a trabajar al talento local a favor del desarrollo económico del País.
Sin embargo para detener la “fuga de cerebros” hay que proveer un nuevo propósito de pueblo y las condiciones económicas para frenar la emigración masiva de profesionales.
Paralelo a este proceso, hay que ampliar y fortalecer la clase empresarial local. Puerto Rico tiene que crear empresarios capaces de crecer dentro y fuera de la Isla.
Además del nuevo sentido de responsabilidad de la clase empresarial, la clase política puertorriqueña tiene que trascender de la actual actitud de “canibalismo” partidista a un nuevo espacio de colaboración y diálogo sobre los asuntos económicos que le provean estabilidad al desarrollo sostenido de Puerto Rico.
Finalmente, un tránsito exitoso hacia el 2020 requerirá una modernización del marco institucional. Puerto Rico no puede ser competitivo y recuperar su capacidad de crecimiento con el lastre de los altos costos energéticos, leyes laborales rígidas, bajas tasas de participación laboral, un gobierno ineficiente y carente de metas, y un alto endeudamiento público.
Los retos económicos continúan y los próximos 18 meses serán decisivos. El País aún puede salvarse y salir airoso tal y como se logró en las décadas del 1940 y 1950. Pero esto requerirá visión, determinación y voluntad de todos los sectores para no perder la próxima década que acaba de comenzar.
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